miércoles, 26 de junio de 2013

Keats y los mármoles de Elgin

Al ver los mármoles de Elgin

John Keats



Mi alma es demasiado débil; sobre ella pesa,

como un sueño inconcluso, la espera de la muerte

y cada circunstancia u objeto es una suerte

de decreto divino que anuncia que soy presa



de mi fin, como un águila herida mira al cielo.

Pero es un delicado murmullo este lamento

por no tener conmigo una nube, acaso un viento

que hasta abrir su ojo el alba me dé tibio consuelo.



Estas borrosas glorias que imagina la mente

prestan al corazón un territorio escondido

y un extraño dolor cuyo prodigio silente



mezcla la helénica grandeza con el sonido

del Tiempo ya pasado o de un mar inclemente,

con el solo la sombra de un ser desconocido.


(Tomado de la Biblioteca Digital Ciudad Seva)

Siempre hablando de los mármoles de Elgin y de su casi imposible devolución a Grecia, pero al menos sirvieron de inspiración para toda la generación de poetas románticos, como Keats. Por lo visto , pasaba horas contemplándolos en el museo. Habría que destacar la fuerte vivencia interior que alcanza la contemplación de los restos arquitectónicos, que se contraponen con la poesía hasta ahora realizada e inspirada también en la antigüedad clásica, la de la época renacentista y neoclásica. Lo romántico y lo clásico no se oponían, sino que se fundían en una visión unitaria y casi sagrada.

domingo, 23 de junio de 2013

Julio Cortázar, el Minotauro al revés.



En este enlace está el texto de Julio Cortázar sobre el Minotauro, una obra titulada Los Reyes. Dejamos también la versión en scribd.


Tiene otro relato que tiene como tema central uno de los famosos ídolos de las islas Cícladas. Se titula precisamente así, El ídolo de las Cícladas.
La otra famosa versión del tema del Minotauro es la de Jorge Luis Borges, La casa de Asterión.

viernes, 21 de junio de 2013

Brasil: (neque) panem (neque) circenses



Parece que esta vez el viejo lema que ya criticaba el poeta Juvenal en la Roma imperial no está teniendo efecto. Más de un millón de indignados han salido a las calles de las principales ciudades de Brasil en protesta por la disminución de la calidad de vida y el encarecimiento del coste de la vida. Uno de los motivos que más se repiten en las protestas es el del gasto en eventos deportivos tan elevado a costa de servicios públicos básicos como la sanidad o la educación.
Ni siquiera el gran Pelé, que ha salido en ayuda de su gobierno y de la selección de fútbol diciendo que apoyaran a la selección , se ha librado de la indignación de sus compatriotas. En fin, el panem et circenses ha quedado en evidencia en estos días en Brasil.

viernes, 7 de junio de 2013

Eagles, música entre Apolo y Dioniso

Música de otra época pero todavía joven, para este final de curso, the Eagles. Lo de Apolo y Dionisos, aunque sea un poco cansino, es a raíz de un documental que pusieron hace unas semanas sobre la historia del grupo. Al tiempo que se sucedían sus canciones más famosas, algunas de ellas baladas dulces y armoniosas, la vida del grupo fuera de los escenarios, cuando terminaban sus actuaciones, era de lo más caótico, tumultuosa y dislocada que uno se puede imaginar

Las Islas Afortunadas: Un país para comérselo: Gran Canaria


Debe ser que uno se está volviendo un poco nostálgico, pero ayer pusieron este programa de la isla de enfrente y no está mal. Como uno empieza a mezclarlo todo, en el reportaje no se sabía qué era legendario y qué realidad. La imagen de Gran Canaria era la de la Arcadia feliz, versión de los antiguos lugares paradisíacos de los mitos antiguos. Su paisaje, sus gentes, sus productos, parecían los propios de la Edad de Oro de Crono-Saturno. En vez de bellota, almendras, en vez de miel, bienmesabe, por los ríos de leche y aguamiel, el vino. Sus habitantes, como los de las islas de los Bienaventurados, los makares, felices, semidioses, almas piadosas y buenas. Pues por allí transitaban pastores unidos en armonía con su ganado, expertas y cariñosas cocineras, panaderos que trabajan el pan como ya no se hace, marineros enamorados de su oficio, y otros habitantes de estos Campos Elísios. Y no existía el dinero, nunca se habló de e´l en el programa, ni de la industris o los servicios productivos, que es como la condena que hay que pagar porque estos pequeños sectores subsistan. El paisaje de las cumbres, envuelto en brumas, nos devolvía a ese manto misterioso de lo que existe más allá de los confines del mundo, de las Columnas de Heracles, donde se descubren esas islas paradisíacas, ese locus amoenus siempre buscado por los hombres. Los antiguos supervivientes de la Atlántida todavía se encuentran vivos, su vida es feliz, cantan, beben vino y viven según las leyes de la naturaleza en las islas restos de aquel antiguo continente.

miércoles, 5 de junio de 2013

LITERATURA GRIEGA: MISOGINIA: EL YAMBO DE LAS MUJERES.

YAMBO DE LAS MUJERES (SEMÓNIDES DE AMORGOS)

De modo diverso la divinidad hizo el talante de la mujer
desde un comienzo. A la una la sacó de la híspida cerda:
en su casa está todo mugriento por el fango,
en desorden y rodando por los suelos.
Y ella sin lavarse y con vestidos sucios,
revolcándose en estiércol se hincha de grasa.
A otra la hizo Dios de la perversa zorra,
una mujer que lo sabe todo. No se le escapa
inadvertido nada de lo malo ni de lo bueno.
De las mismas cosas muchas veces dice que una es mala,
y otras que es buena. Tiene un humor diverso en cada caso.
Otra, de la perra salió; gruñona e impulsiva,
que pretende oírlo todo, sabérselo todo,
y va por todas partes fisgando y vagando
y ladra de continuo, aun sin ver nadie.
No la puede contener su marido, por más que la amenace,
ni aunque, irritado, le parte los dientes a pedradas,
ni tampoco hablándole con ternura,
ni siquiera cuando está sentada con extraños;
sino que mantiene sin pausa su irrestañable ladrar.
A otra la moldearon los Olímpicos del barro,
y la dieron al hombre como algo tarado. Porque ni el mal
ni el bien conoce una mujer de esa clase.
De las labores sólo sabe una: comer.
Ni siquiera cuando Dios envía un mal invierno,
por más que tirite de frío, acerca su banqueta al fuego.
Otra vino del mar. Ésta presenta dos aspectos.
Un día ríe y está radiante de gozo.
Cualquiera de fuera que la ve en su hogar la elogia:
No hay otra mujer más agradable que ésta
ni más hermosa en toda la tierra.
Al otro día está insoportable y no deja que la vean
ni que se acerque nadie; sino que está enloquecida
e inabordable entonces, como una perra con cachorros.
Es áspera con todos y motivo de disgusto
resulta tanto a enemigos como a íntimos.
Como el mar que muchas veces sereno
y sin peligro se presenta, alegría grande a los marinos,
en época de verano, y muchas veces enloquece
revolviéndose en olas de sordo retumbar.
A éste es a lo que más se parece tal mujer
en su carácter: al mar que es de índole inestable.
Otra procede del asno apaleado y gris,
que a duras penas por la fuerza y tras los gritos
se resigna a todo y trabaja con esfuerzo
en lo que sea. Mientras tanto come en el establo
toda la noche y todo el día, y come ante el hogar.
Sin embargo, cuando se trata del acto sexual,
acepta sin más a cualquiera que venga.
Y otra es de la comadreja, un linaje triste y ruin.
Pues ésta no posee nada hermoso ni atractivo,
nada que cause placer o amor despierte.
Está que desvaría por la unión de Afrodita,
pero al hombre que la posee le da náuseas.
Con sus hurtos causa muchos daños a sus vecinos,
y a menudo devora ofrendas destinadas al culto.
A otra la engendró una yegua linda de larga melena.
Ésta evita los trabajos serviles y la fatiga,
y no quiere tocar el mortero ni el cedazo
levanta ni la basura saca fuera de su casa,
ni siquiera se sienta junto al hogar para evitar
el hollín. Por necesidad se busca un buen marido.
Cada día se lava la suciedad hasta dos veces,
e incluso tres, y se unta de perfumes.
Siempre lleva su cabello bien peinado,
y cardado y adornado con flores.
Un bello espectáculo es una mujer así
para los demás, para su marido una desgracia,
de los que regocijan su ánimo con tales seres.
Otra viene de la mona. Ésta es, sin duda,
la mayor calamidad que Zeus dio a los hombres.
Es feísima de cara. Semejante mujer va por el pueblo
como objeto de risa para toda la gente.
Corta de cuello, apenas puede moverlo,
va sin trasero, brazos y piernas secos como palos.
¡Infeliz, quienquiera que tal fealdad abrace!
Todos los trucos y las trampas sabe
como un mono y no le preocupa el ridículo.
No quiere hacer bien a ninguno, sino que lo que mira
y de lo que todo el día delibera es justo esto:
cómo causar a cualquiera el mayor mal posible.
A otra la sacaron de la abeja. ¡Afortunado quien la tiene!
Pues es la única a la que no alcanza el reproche,
y en sus manos florece y aumenta la hacienda.
Querida envejece junto a su amante esposo
y cría una familia hermosa y renombrada.
Y se hace muy ilustre entre todas las mujeres,
y en torno suyo se derrama una gracia divina.
Y no le gusta sentarse con otras mujeres
cuando se cuentan historias de amoríos.
Tales son las mejores y más prudentes
mujeres que Zeus a los hombres depara.
Y las demás, todas ellas existen por un truco
de Zeus, y así permanecen junto a los hombres.
Pues éste es el mayor mal que Zeus creó:
las mujeres. Incluso si parecen ser de algún provecho,
resultan, para el marido sobre todo, un daño.
Pues no pasa tranquilo nunca un día entero
todo aquel que con mujer convive,
y no va a rechazar rápidamente de su casa al hambre,
odioso compañero del hogar, dios de mal temple.
Cuando piensa un hombre gozar de mejor ánimo
en su hogar, por gracia de los dioses o fortuna humana,
encuentra ella un reproche y se arma para la batalla.
Pues donde hay mujer no puede recibirse con agrado
ni siquiera a un huésped que acude a la casa.
La que parece, en efecto, que es la más sensata,
Ésa resulta ser la que más ofende a su marido,
y mientras anda él de pasmarote, sus vecinos
se ríen a su costa, viendo cuánto se equivoca.

Cada uno hará elogios recordando a su propia
mujer, y censuras cuando evoque a la de otro.
¡Y no advertimos que es igual nuestro destino!
Porque éste es el mayor mal que Zeus creó,
y nos lo echó en torno como una argolla irrompible,
desde la época aquella en que Hades acogiera
a los que por causa de una mujer se hicieron guerra.

(Trad. de C. García Gual)

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