sábado, 8 de julio de 2017

Hero y Leandro entre La Gomera y Tenerife: El collar de caracolas




El escritor y poeta Félix Casanova de Ayala escribió en los años ochenta una novelita corta de aire costumbrista y juvenil titulada El collar de caracolas, ambientada a mediados del siglo XX. Tuvo bastante difusión en aquellos años, siendo de lectura recomendada u obligada en muchos centros de estudio de las islas.
La leí por casualidad hace unas semanas, y encontré que uno de los elementos que emplea el autor para ambientar esta historia de amores juveniles y patrios es la misma que encontramos en la leyenda de Hero y Leandro.
Ya sabemos que esta historia se ambienta en el Helesponto, entre las localidades de Sestos y Ábidos, localidades que se encuentran a ambos lados de dicho estrecho. Todas las tardes Leandro, empujado por su amor, ha de atravesar a nado la estrecha franja de mar para encontrarse con su amada, que habita en una torre al otro lado, y que lo ilumina con una lámpara desde la ventana por la que mira. Una funesta tarde, con el mar embravecido, Leandro intenta otra vez atravesar el estrecho, muere ahogado y las olas depositan su cadáver exangüe en la orilla, a los pies de la torre donde temerosa lo espera Hero. Desesperada ante la vista del cadáver de su amado, Hero se arroja desde lo alto de la torre y perece con él.
Los amores de Chano, así se llama en esta ocasión el galán, originario de La Gomera, y Cayaya, la sencilla pastora del puebelcito de Guía, en la ladera oeste de Tenerife, tiene en común el que se encuentran separados no por el estrecho del Helesponto, sino por la estrecha franja de mar que separa las islas de La Gomera y Tenerife, conocida con el nombre local de Callejón de Juan Primo.
Es una estrecha franja de mar que une a la pequeña isla de La Gomera con la isla capitolina de Tenerife por el sur de dicha isla. Están comunicadas por ferries diarios en la actualidad.
Los amores entre estos dos jóvenes se desarrollan a lo largo del tiempo y Chano se acerca regularmente desde La Gomera en su barquilla de pesca, no a nado,  para ver a Cayaya en la costa tinerfeña. Los personajes se hacen la promesa de amor eterno, y como prueba de ello, Chano se compromete a traerle todos las veces un caracol o burgado a petición de Cayaya. Con ellos Cayaya irá componiendo un collar, quizás símbolo del tiempo que va transcurriendo mientras lo va completando y de su vinculación sentimental, y para cuando se termine de completar, ella le dice sonriente "... cuando lo completemos, Chano, ..., nos amarraremos los dos... ¡Pa siempre!"
Como toda novela de amores juveniles y pasionales, la historia tendrá sus vaivenes y desengaños hasta que concluye de forma feliz. El relato  se adorna   del colorido con que se describen las fiestas y costumbres locales, los chiquillos traviesos, las rivalidades entre los marineros, rencillas de amigos, la llegada de unos extranjeros que son agasajados por la humilde pero orgullosa población de La Gomera, y con un lenguaje que cuela aquí y allá las formas populares que emplea el pueblo llano.
En fin, es una obrita que rebosa del tipismo y las costumbres de un pueblo canario cualquiera, de los que ya es difícil encontrar.
De todas formas, lo que nos llamó la atención fue esta versión local del mito de Hero y Leandro retratado en clave de canariedad magistralmente por su autor, el escritor Casanova de Ayala. 
El motivo del brazo de mar que separa a los amantes se traspasa aquí desde las costas del Mediterráneo oriental a las islas Canarias. Ya lo habíamos visto en la película El niño, que utilizaba este mismo tema pero ubicado esta vez en las dos orillas del estrecho de Gibraltar, que es donde viven sus  dos amantes protagonistas.

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